Sororidad, un descubrimiento personal desde EMANCIPADA
- comunicador8
- 22 sept
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Confieso algo: hace un tiempo, la palabra sororidad me sonaba lejana, casi como un concepto académico que no terminaba de entender. Sabía que tenía que ver con mujeres y con apoyo mutuo, pero no imaginaba la profundidad de lo que realmente significa vivirla. Hoy, desde mi experiencia con EMANCIPADA, siento que estoy empezando a comprenderla no desde la teoría, sino desde la práctica, desde la acción.
La sororidad no es solo un término bonito que repetimos en discursos. Es, más bien, un compromiso real de ver a otras mujeres como aliadas y no como competencia; de tender la mano, de abrir espacios, de inspirarnos mutuamente para crecer. Es ese momento en el que nos reconocemos en la historia de la otra y entendemos que cuando una mujer avanza, lo hace también su familia, su comunidad, su territorio.
No voy a ocultar que muchas veces me cuestioné: ¿realmente las mujeres estamos listas para trabajar juntas, sin rivalidad, sin comparaciones? Y la respuesta la encontré al ver cómo mujeres de Loja y de distintos espacios se atrevieron a compartir su voz en los conversatorios, en los talleres, en los círculos que hemos creado con EMANCIPADA.
Cada historia, cada reflexión, cada mirada distinta me mostró que la sororidad no es algo que se decreta, sino que se construye en confianza, en respeto y en colaboración. Aprendí que se trata de reconocer que nuestras realidades pueden ser diferentes, pero nuestros sueños se conectan. Que podemos tener distintas trayectorias, pero un mismo anhelo: contribuir al desarrollo de nuestras comunidades.
Muchas veces, cuando hablamos de desarrollo, pensamos en lo económico: en negocios que crecen, en emprendimientos que generan ingresos, en proyectos que crean empleo. Y sí, todo eso es vital, pero para mí la sororidad va más allá. Es también preguntarnos: ¿qué visión aportamos las mujeres al desarrollo territorial?
Las mujeres tenemos una mirada diferente, más integral y humana. Cuando lideramos, no pensamos solo en resultados financieros, pensamos en la familia que hay detrás de cada trabajador, en la comunidad que depende de un proyecto, en el impacto ambiental que generamos. No se trata de competir con los hombres, sino de complementar, de enriquecer la manera en que se toman decisiones para el bien de todos.
Uno de mis mayores propósitos es que ninguna mujer se sienta invisible en su propio territorio. La invisibilidad es una forma de exclusión silenciosa: esa mujer que emprende desde su casa pero no es reconocida, esa profesional que no logra acceder a espacios de decisión, esa joven con talento que duda de sí misma porque nunca le dijeron que podía ser líder.
Con EMANCIPADA queremos que cada una de ellas se vea reflejada, que tenga un espacio para contar su historia, para aprender y también para enseñar. Que sepa que su voz importa y que su aporte, por pequeño que parezca, suma a la construcción de una Loja más equitativa, más sostenible y más justa.
El impacto no se mide solo en cifras, sino en la confianza que gana una mujer al atreverse a liderar, en el círculo de apoyo que se crea cuando compartimos experiencias, en la alianza que surge entre sectores públicos, privados y comunitarios cuando entienden que el liderazgo femenino es clave para el progreso.
Escribo estas líneas desde mi propio proceso, desde mi búsqueda de entender y vivir lo que significa sororidad. Y quiero invitar a todas las mujeres que me leen a no quedarse en el concepto, sino a ponerlo en acción. A tender la mano, a abrir puertas, a creer en el poder de estar juntas.
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